martes, 28 de febrero de 2012

esa chica aferrada al papel



Sentada al lado de la Torre Eiffel, contemplando la belleza del mundo con los ojos cerrados.
Esa chica de pelo negro y azul, el azabache y el cielo, la existencia y lo sobrenatural...
Esa chica aferrada al papel.
Ha vivido 15 años, pisando fuerte tras haber comprobado meticulosamente dónde pisaba, apartada de la atmósfera, del aire contaminado por los vacíos pensamientos de la gente.
Aquella chica que soñaba con un mundo diferente, que guardase un lugar a los soñadores, a la gente que luchaba por buscar un cometido a sus vidas en lugar de limitarse a correr detrás del dinero.
Respiró el aire de París.
Aquella chica amaba a las mujeres que llevaban cortos vestidos, con lazos, colores dulces, pastel, collares de perlas pequeñas, largos pendientes, ropa francesa, labios color de la pasión, ojos verdes y sinceros... chicas que vivían su propia vida sin pararse a pensar en los demás.
Aquella chica amaba a los hombres con largas gabardinas, sobreros que ocultaban el brillo de sus ojos al mirar a aquellas chicas. Amaba a los hombres que vivían de ilusiones, y estaba convencida de que eran los únicos hombres a los que podría amar..
Sus largas pestañas golpeaban ritmicamente viento que la Torre Eiffel frenaba.
Era otra chica más, con altos tacones rojos, aquella que creía que el amor se encontraba en la música y en la poesía, que sólo podía enamorarse de aquella persona que le sirviese una copa de champán sobre un piano.
Aquella chica, que miraba con su limpia mirada color canela al aire y a la elegancia parisina, la elegancia de la sonrisa de la anciana mujer que miraba desde su balcón, pero también la elegancia del niño que corría con su barco en la mano, a punto de depositarlo sobre el suelo, el más profundo mar que el barco había surcado.
+Buenos días, me llamo Alire, y soy esa chica. Soñadora, poeta. Creo en la música, dejé de creer hace mucho en el ser humano. Contemplo todo París desde mi ventana, aquí en Amsterdam, no sabes lo bonito que se ve todo cuando lo imaginas. Me he enamorado, desde hace 15 años. Sí, el día en que nací, me enamoré de la impureza de las palabras, de los silencios, de las pausas, de los instantes en los que solo las letras me comprenden. Supongo que con esto ya me conocerás bastante...
-Ya te conocía...
+Sssh! no lo creo... me sirves una taza de té?
-claro
+Gracias papá.

viernes, 17 de febrero de 2012

él era poeta.


La oscuridad de la noche había absorbido la clara atmósfera de mi ciudad.
Las calles habían adquirido otro sentimiento, poético, acogedor. El suelo brillaba por el efecto de la lluvia, que al fin había cesado.
Los rápidos pasos de los inquietos trasnochadores marcaban un ritmo constante, parecía transmitir mil sentimientos.
Deje de mirar fijamente al suelo, intentaba evadirme de mis obsesivos pensamientos. Parecía estar sola entre tanto silencio, tanta superficialidad, tanto rechazo, tanto odio al arte. La gente no podía entender que mi papel fuese más importante que el dinero, que la tinta valía más que el alcohol, que la mente era superior al cuerpo.
No, aunque hubiese mil calles con miles de gotas de lluvia, ninguna de las personas que las pisasen se pararían a pensar en lo poético de la destrucción, la metáfora que vivían...
Entonces le ví.
Mi mente comenzó a dar vueltas, como siempre, mis pupilas parecieron dilatarse, y con un simple segundo pude ver toda su vida pasar.
Iba enfundado en un abrigo negro, largo, casi le llegaba hasta los pies. No le gustaban las estúpidas modas juveniles, aunque se encontraba en plena juventud, lo supe por su pelo mojado, no se había escondido de la lluvia.
En su oído derecho llevaba puesto un auricular... solo uno. Quería que la música eliminase la superficialidad de la atmósfera, pero tampoco necesitaba evadirse por completo, no le gustaba estar desconectado. Su reproductor de música estaba en el bolsillo, así que seguramente tenía una canción puesta en repetición, la había escogido meticulosamente, le recordaba a alguien especial, eso lo adiviné por su sonrisa.
Llevaba las manos a los lados, y en una de ellas aferraba un bolígrafo.
Mi corazón se disparó... él me comprendía... él era poeta.
La suela de sus zapatos pisaba con fuerza las piedras del suelo, levantando suaves gotas de lluvia, pero por la forma en que las miraba supe que había encontrado lo poético de la destrucción, se había dado cuenta de la hermosa metáfora que vivía.
Sus ojos miraban a todos lados, sin parar, analizaban cada detalle que vivía, pero sin embargo transmitía una sensación de tranquilidad asombrosa. Retiraba su pelo mojado hacia atrás, sin importarle el aspecto que tenía, pero guardando siempre su estilo y elegancia, su corte de poeta.
De su bolsillo derecho asomaba un papel. Solo pude leer tres palabras: ella, luz, silencio.
En seguida lo supe. Salió de su casa temprano y cogió un taxi. Estoy segura de que incluso conocía la señor que lo conducía. Una vez que se bajó recorrió cuatro calles, siempre las recorría, así podía entrar en contacto con el mundo antes de ver a la persona a las que más amaba. Ella era rubia y tenía los ojos claros, de estatura media y labios rojos. Se cogían de la mano. Él la llevaba a un pequeño café y allí escribía. Ella le hablaba y él escribía, bajo el efecto de la música, aquella que tenía en repetición. Hablaban de los sueños, de las promesas y de los imposibles, se reían de la vida y él lo plasmaba en su papel. Tras varias horas, con su sonrisa de poeta se despedía, con un largo beso y la seguridad de la eternidad.
Hoy había hecho felices a las dos mujeres de su vida, a la chica de los labios rojos y a la poesía, la únicas personas en el mundo que comprendían su alternativa mente de poeta.
Y yo... ¿cómo sé todo esto?
Soy sólo otra escritora más que vaga por las calles a altas horas de la madrugada. Que solo se fijó en aquel hombre que pasaba sin preocuparse de los demás. Un completo desconocido al que en pocos minutos había conocido.
y yo... ¿cómo sé todo esto?
La soledad de su mirada vacía me lo dijo. Su mirada de poeta.

martes, 14 de febrero de 2012

el bosque de las evocaciones.



Miré desde el cristal empañado de mi habitación. Tenía dieciséis años, un sueño y una pequeña casa en el monte. Todos los días miraba por esta ventana, miraba al bosque que tenía debajo. Cientos, tal vez miles de árboles que parecían querer decirme algo cada vez que el viento los agitaba, o tal vez no...
Tal vez sólo les escuchaba yo, sólo un escritor puede escuchar a su entorno sin necesitar palabras. Allí, al otro lado de mi verde paraíso, ahora mojado por las lluvias de setiembre, se veían las luces de una gran ciudad. Casi podía imaginar el ajetreo, las miradas perdidas de la gente mientras caminaba, el ruido.
Sin embargo, lo único que de verdad quería hacer en aquella ciudad era escribir. Podría llegar lejos, la gente me adoraría y se pararían a leer mis torpes reflexiones; entenderían mi sonrisa cuando ellos al leerme sonrieran, pero también llorar ya, de alegría o de tristeza, sin importar la causa, sólo eran lágrimas de papel. 
Escribí mi nombre en el empañado cristal de mi ventana: Alicia. Siempre Alicia, desde que me había nacido, para atormentarme, acompañarme, hundirme o ayudarme a levantarme. Siempre Alicia, en todas mis historias y poesías, porque Alicia era la única que nunca me defraudaría, yo era la única que podía comprenderme: Alicia. 


Observé callada al paisaje antes de cerrar la cortina. Me puse mis botas y salí de casa, con mi libreta de poesías bajo el brazo. Tontos torpes pensamientos, tantas vacías reflexiones que, aunque vacías, eran reflexiones, tantos silencios plasmados en la tinta. Tanto arte. 


Abrí la puerta de mi casa, el picaporte estaba pintado con esmalte negro y azul, mis colores. El frío setiembre azotó mi cara, revolvió mi pelo e intentó decirme que no saliera... espera... Septiembre nunca habla, aunque seas escritor. Mi mirada se perdió en el cielo gris, en los árboles y en el camino, en el viento o y en los destellos de la ciudad. Algún día se rendiría bajo mis pies, aunque de momento sólo podía contemplarla desde mi monte. Avancé poco a poco por la cuesta que bajaba al bosque. El camino de todos los días con el mismo sueño de escribir y el mismo compañero de siempre: el bosque. 


En apenas diez minutos había dejado de caminar. Abrí mi libreta mientras me sentaba. Antes de que las palabras me envolvieran acaricié la corteza del árbol bajo el que me había sentado. A la altura de mi mano había una marca con una letra A. La había hecho con apenas cuatro años, por eso siempre me sentaba allí, era como si la Alicia de los cuatro años pudiese inspirarme cada vez que me ponía a escribir. Pasé las hojas hasta encontrar aquello en lo que estaba escribiendo. Contaba una historia de un hombre que se había enamorado de un personaje de su novela. Escribí: 


«Miré las páginas como si de verdad pudiese quererlas, las horas podían pasar a su lado pues no eran horas ni era mujer, yo escribí su destino, nunca iba hacerme daño, al igual que yo siempre lo protegería... Pero el tiempo me venció, la locura se apoderó de mi creatividad y la historia de mi cuerpo. Deja de ser humano para ser un hombre de tinta que se enamoró de una mujer de papel. Dejé de ser escritor para empezar a ser feliz». 


Sonreí, había hecho feliz a mi personaje. Había podido entrar en su historia y amar a su mujer.
Cerré los ojos y pensé.


No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me dormí. Miro a mi alrededor, sigo sentada en el mismo árbol. Recuerdo que antes de dormirme había acabado de escribir mi historia. Sonrío. 
Pienso la ciudad, tan lejos de mi monte. Algún día miles de refinadas manos con perfectas manicuras granates acariciarán las cubiertas de mis historias. 
De pronto noté un olor extraño. No. Tengo que mantener la calma. Doy unos pasos alrededor de los árboles, dejo mi libro de poesías en el suelo. Ya volveré a por él. Veo un destello al fondo, en el suelo. El destello empieza a crecer. Espera, no es un destello. Las llamas empiezan a extenderse por el suelo, quema las hojas. Sí, los árboles me gritan, no porque sea una escritora, esta vez tienen miedo. Me acerco al fuego sin temerle, soy humana, él no piensa ni escribe, ni mucho menos siente. Ni tan siquiera es un él, es un ello.
Veo un cigarrillo en el suelo, aún conserva una marca de carmín. La ciudad y sus vicios, sus mediocres entretenimientos. No sabe matar su tiempo sin destruir y esta vez parece que van a destruirme a mí, a mí y a mi mundo. 
El fuego se extiende, no puedo hacer nada para pararlo. Lloro, pero mis lágrimas no pueden apagar el fuego, sólo destruir mis esperanzas. No puedo quedarme parada, tengo que correr, tengo que escapar antes de que termine conmigo, desde fuera veo como los árboles que me contaban una historia se han quedado reducidos a un montón de cenizas. Un pensamiento me paraliza: mi libreta. 
Mis poesías, mis historias. El fuego sigue avanzando. Veo el árbol con la letra A. Parece que las lenguas rojas y brillantes hayan llegado a mi corazón y vaciado todos los sentimientos que alguna vez tuve. Mi infancia se pierde entre el color de la pasión. Y no sólo mi infancia, mi arte. 
Tantos torpes pensamientos, tantas vacías reflexiones que, aunque vacías, eran reflexiones, tantos silencios plasmados en la tinta... tanto arte. 
Nunca llegarían a la ciudad, su vanidad había venido a ellas, y su mediocridad las había destruido. 
Me caigo al suelo. No puedo sostenerme. Se ha muerto todo lo que amaba entre llamas. Golpeo el suelo. Lo siento, no puedo verlo!! 
Tantos años perdidos. Adiós a mi sueño. Adiós a las palabras, a la prosa, a la poesía y al hombre de papel que se enamoró de una mujer de tinta. 
¿Adiós? No. Soy escritora. Cada punto final es el comienzo de una nueva historia, más brillante y más pura. Este final es sólo otro comienzo. Tengo creatividad para enfrentarme a otro comienzo. Soy el personaje principal de mí nueva historia. Y de mi brillante futuro: el arte

eres un artista


El mundo intenta encerrarte entre sus cuatro paredes, quieren frenar tu creatividad
Te sientes solo, incomprendido, rodeado de miradas que atraviesan tu cuerpo, tu superficial máscara, sin pararse a pensar en lo que éste alberga.
Los silencios se hacen eternos, pero aún más eternas son las palabras, los labios que las pronuncian les roban la sensualidad a los sonidos, al sentido de esos sonidos, al daño que pueden causar.
No quieren entender los días en los que golpeas la tapa del piano, pero tampoco soportan verte tocar esa sonata, de una forma tan limpia y tan perfecta, como si tu cuerpo se hubiese contagiado de la pureza del blanco del piano.
Quieren quemar tus papeles, tus poesías, jamás se darán cuenta que a ellos les has contado todos esos secretos que la humanidad nunca sabrá.
Eres artista. No quieren que toques el cielo, pero no saben que todo lo que ellos quieren, que todo lo que ellos odian, en la vida de un artista no significa absolutamente nada.

domingo, 12 de febrero de 2012

En este mundo.



Los silencios habían decidido sellar sus labios.
La distancia se dedicaba a pegar con suaves caricias miles de sellos en sus cartas, las enviaba al otro lado del mar.
El cielo se limitaba a curiosear desde su sobrenatural posición.
El viento acariciaba los susurros ajenos, las palabras que se ahogaban entre los ríos que nunca desembocaban al mar.
Las montañas disminuian sus cimas, dejaban caer su nieve hasta los valles, no querían ser superiores a nadie.
Y yo, ¿qué era yo entre tanta hermosura?
Era otra soñadora encerrada en una jaula, llena de riquezas, llena de ventanas que me dejaban contemplar el exterior pero no vivirlo, no me dejaba contaminar mi inquieto corazón de la impureza de la realidad.
Encerrada en mis pensamientos, en mis creaciones, en mis aspiraciones y en mis luchas.
Otra soñadora en una jaula llena de misterios, sumida en el éxtasis de la inspiración.
Otra soñadora más.
Pero en este mundo en que los labios de los silencios pueden besar los sellos que la distancia envía, en este mundo en que el cielo y el viento viven por y para los demás, para su superficial existencia y para sus hermosos pensamientos, en este mundo en que las montañas dejan caer su nieve al mundo que necesita un blanco baño de alegría, en este mundo de imposible... niguna jaula es capaz de frenar a una soñadora.

domingo, 5 de febrero de 2012

por qué



Dime cielo, por qué yo, por qué él, por qué cielo.
Dime mundo, cuando giras y se acaba la energía... ¿cuándo paras?. Si no paras, ¿cuándo observas quién extrañaría tu girar?
Dime mar, ¿has sido siempre mar?. Háblame del día en que tan sólo eras lluvia.
Dime tierra, ¿cuándo te resignaste a ser pisada?
Decidme ojos que veis por mí, cuando le habéis visto ¿por qué habéis mirado?. Tú, corazón, tú que sientes ¿por qué sentiste?
¡DECIDME! ¿por qué, mundo, has creado las mentiras?, ¿cuántas personas que han hablado han dicho? ¿y quién ha escuchado? Decidme a quién grito y qué pregunto. 
¿Por qué le he visto, por qué le he amado?
¿Por qué al quererle deseo no sentir y al ser piedra, como piedra tiendo mi mano de inerte existencia al error del amor?

Voy a casarme con la oscuridad.




Las últimas luces de la calle parecían haberse olvidado de apagarse.
La vida se volvía oscura y la ciudad se había vestido de luto. El día había muerto, nosotros habíamos muerto como un nosotros, ahora solo era yo y era ella, la noche mi compañera y en el cielo se ocultaba la luna.
Encendi un cigarrilo, le había dicho que no volvería a fumar, era un hombre fuerte, pero ahora que ella no estaba no tenía por qué cumplir mi promesa.
El humo se elevaba por encima de mi cabeza pero no por encima de mis preocupaciones, si pudiese haber sido ese humo...
Le había dicho que se fuera... en serio, ¿en qué estaba pensando?
Me dijo que quería dejarlo todo
No queria que perdiese su sueño por mí
Pero si quería quedarse era su decisión, no la mía...
No podía dejarla abandonar, después de todo lo que le había costado llegar hasta la cima... no podía frenarla... pero... ¿por qué le había dicho eso?
tiré con fuerza la colilla al suelo y la pisé, una y otra vez, pensando que el fuego que ardia dentro de mí iba a apagarse cuando esta.
Recordé mis duras palabras, cómo había quebrado su voz y habia estallado en lágrimas, cómo la miré antes de marcharme y cómo lloré solo en mi casa... aunque había prometido que los hombres no lloraban:
+No quiero irme, quiero quedarme contigo. No importa la música, no importa el sonido de los gritos ni los flashes, sólo me importas tú, y poder vivir las pequeñas cosas a tu lado.
Sostuve su cabeza entre mis manos y le besé la frente
-No puedes dejarlo por mí, esto ha durado lo que debía de durar, no podíamos alargar lo imposible, al final cada uno tiene sus sueños, y esos han de ser el único amor que nos envuelva.
+No quieres entenderme. No quiero seguir adelante con esto, no si tengo que hacerlo lejos de tí. Sé que te quiero y sé que tú me quieres, que nunca encontraré a nadie que me ame como tú.
-Yo.... yo nunca te he querido.
Mis palabras rompieron el silencio y parecieron repetirse dentro de mí, como si intentase asimillarlas aunque yo mismo las había pronunciado.
-Había pasado por una relación dura, Alicia, quería olvidarlo, y apareciste. Creí que iba a ser la mejor manera de seguir adelante, por eso ahora n quiero que tú retrocedas por mí. Vete, es mucho mejor para los dos.
No pude ni mirar sus ojos antes de marchar, pero la oí sollozar, le había roto el corazón, el único corazón al que había amado en mucho tiempo. Pero no habría habido otra forma de consolarla... no me habría querido abandonar, y no podía dejar que perdiese lo que había ganado hasta ahora.
Me senté en la acera mojada...
Y lloré.
Como un hombre, con lágrimas de hombre, con sentimiento de hombre, porque los hombres tambien lloran y tambien siente, porque no son más fuertes que las mujeres.
Lloré, mirando la oscuridad de la noche, pensando que la anterior noche había dormido a su lado.
Lloré, lloré porque ella estaría llorando, porque yo la había hecho llorar.
Me acerqué hasta su portal y escribí un pequeño papel:
"hasta que la eternidad deje de existir"
-Jo. C
Lancé un beso a la luz de su habitación, estaba encendida, pero seguramente se había quedado dormida, podía ver su pelo negro sobre la almohada.
Esa fue la última vez que la vi, y la última vez que pude amar.
Ella ha llegado lejos, ella ha conquistado el mundo y ha cumplido su sueño.
Yo me sigo consumiendo en el mismo fuego que antes me quemaba.
La eternidad ha dejado de existir, y desde la oscura noche que escribí aquella frase yo tambien. Soy un corazón que se alimenta de un recuerdo, y ese recuerdo es ella.
La única persona que nunca podré volver a tener.

Ser escritora


Vivir entre miles de historias que no tienen un final, cientos de silencios que han desembocado en un vacío lleno de ruido.
Tormentas que parecen no acabar, ni tan siquiera han comenzado y por eso no terminan.
La presión de la gente, la sensación de que miras la masa desde el cielo, que nunca podrás sentirte como ellos, aunque tal vez sea mejor...
Nunca entenderán tus sentimientos, tal vez seas superior a ellos, tal vez no sean dignos de entender.
Cansarse de subsistir bajo un seudónimo, ahogarse en la carencia de un pronombre para mis poesías, ¿quien se ahoga en la carencia si no es un escritor?
Mi corazón siente letras, mi pobre corazón de papel, bañado por una sangre de tinta que late arte e incomprensión.
Puede que el mundo no entienda, puede que un escritor no haya nacido para ser entendido, tal vez ni siquiera haya nacido.
¿No se nace cuando respiras, cuando miras el mundo a través de los ojos de la realidad?
Nunca he respirado el mundo en el que vivo ni he mirado a través de la realidad, el mundo es tan sólo otra palabra que se interpone entre mis sueños y mi papel, mi mirada se centra en la fantasía, la única falsa realidad en la que puedo sentirme bien.
Soy escritora, no pretendo vivir una existencia comprendida, pretendo que se entienda mi realidad: mi arte.

No quieres encajar en sus estúpidos grupos


quieres ser feliz en tu perfecta realidad

Era esa chica...



Caminaba sola por Nueva York, el aire azotaba mi pelo azul mientras la vida pasaba por delante de mis ojos al ritmo de los sueños que rodeaban la ciudad que nunca duerme.
Era esa chica con altas plataformas y largas medias negras, rotas en las rodillas, representaban las múltiples caidas que me habían hecho volver a levantarme y que ahora me daban ese aire tan característico.
Mis ojos marrones, ese marrón avellana con el que mira el 90% de la gente miraban al cielo como nadie antes había mirado.
Mis labios de color rojo puro saboreaban el amargo gusto de los arándanos que llevaba en la mano, rodeados por mis uñas azules y negras.
Los bolsillos de mis pantalones estaban a rebosar de papeles escritos y tachados, manchados por el rimel que las lágrimas habían arrastrado y el carmín que las sonrisas le habían transmitido. Lo importante esque estaban allí, para ayudarme a cumplir mi sueño.
Era esa chica... esa chica que le miraba con ojos apasionados.
Sí, al fin sé lo que es el amor.
Sonreir cada vez que le ves y saber que es tuyo, que tras tantas luchas lo has conseguido.
Sí, al fin era mío, al fin podía llorar a su lado, al fin podía parar de llorar, al fin le tenía, para que necesitaba más.
Era esa chica que le miraba y le susurraba:
Al fin he descubierto lo que es el amor.
Sí, frente a mí, esa chica que yo era, estaba el gran amor de mi vida, mi eterna lucha perdida hasta ahora, mi gran victoria, mi pasión desde que tenía apenas cuatro años y al fin mi realidad desde hacía apenas unos meses.
Sí, estaba frente a mí, y era tan hermoso como la noche anterior, cuando pude pasarla junto a él y a las miles de personas a las que hice feliz...
No, no soy una chica normal
Párate a pensarlo.
Mírame como sonrío, sí, con mis labio color rojo... ups, aun se notan los restos de los arándanos, azules como mi pelo y como el cielo que veo con mis mediocres ojos marrones.
No, mi vida no es normal, no soy normal, y por lo tanto mi amor no es normal.
No estoy enamorada de una persona ¿acaso lo habías pensado?
Me acerqué a él:
Madison Square garden: WELCOME TO NEW YORK.

Ser poeta.



Ser poeta, ser vendedor ambulante de sueño, compartir noches en vela y dormir mañanas de otoño.
Arrojar un mar a las lágrimas y desembocar los ríos de perdición en un único lago de tinta.
Tanta pasión en un puro negro, color de la tapa del piano cerrado, que toca una melodía callada que tan sòlo el aire escucha, el aire la escucha y yo la escribo. Soy poeta.
Poeta, hundirse en el amor y de la profunda miseria escribir poesía, permanecer estancado en tu derrota y narrar el amor del que te olvidas, pues no hay mejor amor prohibido que la poesía.
Soy poeta, susurro al calor de las mañanas, me abandono en la pureza del papel vacío, hago de mis sentimientos su pecado, su marca y sus límites, le contagio de mis alegrías y mis penas, le contagio de mi vida de poeta.
Acaricio los suspiros y envuelvo las miradas en el papel del árbol que llegó a tocar el cielo, abandono la superioridad para conventirme en tinta, para vivir en sueños y ser un desdichado, para ser un olvidado príncipe de las victorias sometidas, para ser poeta.
Soy leyenda, historia y muerte, muero como arte y tinta, y allí en mi tumba, como hombre descanso, en la vida y en la tinta, como poeta siempre vivo.

Mi gran amor



Nunca me ha dejado sola
Los momento a su lado no se contaban por segundos sino por suspiros
Las caricias en las noches más oscuras, los días de lluvia que me cubría.
Las lágrimas que conseguí reprimir gracias a su presencia, aunque tambien las que por su amor derramé.
Las miradas que la gente me dedicaba cuando le amaba
Los besos, las tardes, las horas. No importaba el tiempo, importaba estar a su lado.
Quemamos la juventud queriéndonos, nos prometimos un futuro sin mirar atrás, cumplir los sueños que nos esperan.
Le miraba embelesada, me hizo sonreir, mil veces, puedo incluso aventurarme a decir que más de mil.
Me hizo fuerte cuando me caía, me ayudó a incorporarme. Cubrió mi rostro de las miradas que querían atravesarme.
Me hizo feliz
Por eso puedo honestamente prometer que es el amor de mi vida.
Mi única pasión
La música.