miércoles, 31 de octubre de 2012

Mi caballero de la espada.


Recostada sobre el sofá del salón, calentando mis recuerdos con el fuego de la chimenea, abrí el libro. Desdoblé con cuidado la esquina de la página 137 que decía:
"...sin apenas entender lo que iba a sucederme vi al hombre tomar la espada. Me levante de un salto y decidí afrontar mi futuro de la forma más caballerosa posible. Me acerqué a la puerta donde también se encontraba mi espada, y dándome cuenta de que era la primera vez que utilizaba la violencia, intenté aparentar calma y seguridad, a veces una sonrisa conseguía desarmar más que la mejor empuñadura"
Con esa última palabra se terminaba la página. Salté la 138 y me dispuse a leer la siguiente. Era mi forma de disfrutar de la lectura, leer una página e inventar la siguiente, ignorando las intenciones del escritor. Después comprobaba si eran ciertas mis suposiciones, o adaptaba sus palabras a los sucesos acerca de los cuales mi mente había especulado.
"El hombre de la espada abandonó la habitación. Su sonrisa no mostraba expresión alguna, pues por más batallas que habían presenciado aquellos ojos, jamás se podría adivinar por su frío brillo si habían terminado como victoria. El salón cubierto de tapices tenía un brillo cálido y señorial..."
Bla, bla, bla, una larga descripción sobre un salón que yo misma había diseñado en mi mente al verlo reflejado en los inexpresivos ojos del caballero de la espada. ¿Qué había sucedido al elegante hombre que pretendía ser quien no era al luchar? Obviamente no había muerto en aquella triste habitación. Había arrojado un libro al fuego, y el hombre que había iniciado la batalla se había quedado paralizado al ver arder el arte de las palabras. Había sufrido a lo largo de su vida, pero sin duda, por la forma de ocultar los sentimientos, era un escritor. Así, el "bueno" de la historia había abandonado la estancia por la ventana, mientras el guerrero se daba cuenta de que su fiereza había sido subestimada y sus sentimientos revelados por unas cuantas palabras, aquellas que consiguieron vencer al frío de sus ojos.
Sonreí satisfecha por mis deducciones. Sin duda ni el mismo escritor lo habría imaginado.
Así, me dispuse a comprar mi peculiar forma de lectura con mis sentimientos.
Vivía la euforia de sus sonrisas, olvidaba las eternas tardes encerrada en mi habitación reflexionando acerca de las veces que le había visto, cómo había reaccionado, si su mirada decía algo más que sus labios y si las palabras expresaban más que sentimientos. Ignoraba el sufrimiento de una escritora encerrada en el cuerpo de una enamorada. Así pasaba mis páginas, me limitaba a recordarle y me resignaba a ignorarme a mí misma, a mis pensamientos incoherentes. No deducía de forma creativa lo que sucedería en el siguiente párrafo sino que resumía en lágrimas el anterior. Qué distinta era al leer una historia de cómo era al vivirla. Ahora había llegado al punto de querer olvidarle. Había tomado la firme decisión de ignorar las páginas pares, en las que describía sus miradas y empezar a tener en cuenta las impares, en las que la razón se retorcía por el daño que el corazón le estaba causando. Ahora había decidido olvidar el pasado, pero... ¿de verdad quería una escritora olvidar la parte de la historia que de verdad había estado escrita? ¿quería leer las páginas que había ignorado en lugar de aquellas que me habían guiado a lo largo de los meses? No, porque si no el caballero no se habría escapado por la ventana, el sanguinario guerrero no sería poeta, el hombre elegante habría muerto en el suelo de aquel cuarto... ¿y yo?
Yo no sentiría como escritora.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Reflexiones sin sentido.


Somos aire que respiramos, somos un intento de todos nuestros sueños. Lloramos agua, sí, porque dañaríamos al mundo si llorásemos fuego. Si fuese el viento quien exteriorizase nuestros sentimientos, derribaría las estanterías perfectamente colocadas, los libros, las tazas. ¿Y si fuese olvido? Si fuese olvido el llanto sería el propio motivo, y por lo tanto volveríamos a llorar agua.
En gramática se dice que una acción "perfecta" es una acción terminada. Los seres humanos queremos vivir eternamente siendo perfectos, es decir, continuar eternamente viviendo una vida acabada.
Desde que nacimos nos han prometido que algún día alcanzaríamos el cielo y siempre lo hemos visto como una hermosa metáfora sobre la victoria. Sin embargo, hay que pararse un instante a pensar qué sería alcanzar el cielo. Vivir sólo en un vacío, abarcar un todo sin tener nadie alrededor. Al final, no es tan diferente a la victoria en la propia tierra, donde cuanta más gente te rodea más sólo te sientes, cuanto más abarcas más pierdes, cuanto más ganas más necesitas poseer.
Hablamos de que son los demás quienes quieren pisarnos, sin embargo es un concepto mal empleado. Pisamos para sobrevivir, para avanzar. Pisamos para caminar en una lucha, en una victoria. Pisamos la tierra con la que compartimos nuestros sueños y esperanzas, y pisando llegamos a nuestras metas. Sería más correcto decir que los demás nos han "atravesado", es decir, han alcanzado sus objetivos ignorando nuestros sueños, nuestras esperanzas.
Ahora, por un segundo cierra los ojos. No has aprendido absolutamente nada de estas reflexiones. No aprendas de las palabras incoherentes de un escritor, no son más que lluvia de Octubre encerrada en tinta. No aprendas absolutamente nada, pero teniendo en cuenta lo duro que es el mundo sin la escritura, hazme caso en una cosa... no abras los ojos.

viernes, 12 de octubre de 2012

Buenos días, querida noche.


Otra madrugada más soñando. A veces es difícil soportar el paso de las horas bajo mis pestañas.
Miro hacia la ventana. La lluvia hace de fondo a mi perchero, del que cuelga mi sombrero negro y mi abrigo de piel. Creo que se acerca el frío.
Las sábanas están manchadas de carmín, ayer no me limpié los labios antes de dormir... o tal vez me había quedado dormida sin ser consciente.
Sonrío en la oscuridad, imaginando, como cada noche, que estás a mi lado para ver mi sonrisa.
-Eres preciosa ¿lo sabías verdad?
+Podías hacer que lloviese en lugar de mentirme en plena noche
-¿Por qué quieres que llueva?
+La lluvia me inspira, me entiende. Me siento más comprendida si el cielo llora y canta una melodía constante al dejar sus lágrimas chocar contra el suelo que si sonríe plenamente, sabiendo que soy yo la que está llorando.
-No tienes motivos para llorar.
+Es hermoso decirlo cuando ni tan siquiera me conoces.
-Es cierto, no te conozco, pero tú a mí sí, ¿verdad?
+Claro. Nunca me ha importado que estuvieses lejos, física y emocionalmente. Nunca me han importado las palabras, las lágrimas ni los silencios. Nunca me ha importado nada y por eso aún no he dejado de amarte. Puedes sentirte afortunado, pues suelo darle demasiadas vueltas a todo... menos a tí.
-No he sido el único, ¿verdad? Seguro que has querido a alguien más.
+Sí, pero ha sido igual de imposible que tú. No he nacido para amar a alguien que me ame. Tampoco pretendo que lo entiendas, pues no me conoces, no sabes mi nombre, ni tan siquiera puedes distinguir el color de mis ojos... y no por la oscuridad. Claro que he amado, pero sólo fue una disculpa para mis historias, para poder escribir. Nunca amo con perspectiva de futuro, no amo pensando en una historia, pues llevo toda mi vida queriendo imposibles y puede que ahora no fuera capaz de estar con alguien que se encontrase a mi alcance.
-No eres normal, pequeña.
+Claro que no, por eso me he enamorado de tí... porque sólo tú podrías entenderme.
-Y te entiendo
+Ni tan siquiera me conoces... para ser una imaginación suenas bastante hipócrita.
-Digo lo que quieres oir.
+Dices lo que me repetía todas las noches... que algún día sería amada por algo más que el silencio de la madrugada.
Miro con impotencia de nuevo la ventana. Nada, nada más que el perchero, el sombrero y mi abrigo. Obviamente él nunca ha estado allí, pero una noche más mi imaginación ha puesto en sus labios las palabras de una conversación cotidiana entre una sin nombre y la persona a la que ama.
Suspiro y me vuelvo sobre la almohada. Una gota golpea mi ventana. Le quiero. El viento zarandéa los árboles. Le amo. Un coche atraviesa la avenida. Le extraño. La lluvia envuelve la ciudad. Al menos hoy el cielo me comprende-

jueves, 4 de octubre de 2012

6 de octubre. Otro sueño hecho realidad


Éramos solamente un sueño.
Un intento al que los kilómetros había cortado las alas.Éramos esperanzas, éramos palabras perdidas en el aire.Soñábamos con un mañana en que abolir los imposibles.Deseábamos olvidar lo que el mundo había predeterminado.Luchábamos en vano, golpeábamos en silencio, llorábamos en la soledad y nos perdíamos en la distancia.Éramos un sueño, el sueño de un soñador fracasado, de un poeta olvidado en el tintero, del amargo grito de un verso rasgado.Éramos una pérdida de tiempo en la ajetreada hora del tiempo, para nosotros éramos tanto, para otros éramos tan poco.Ahora hemos rescatado al poeta del tintero, hemos recompuesto a ese verso. El soñador ha despertado, y con él, despertó el sueño.