domingo, 18 de marzo de 2012

No quería ser solo otra hermosa sonrisa que nunca llega a ser una canción



Nunca me llegó a importar que el cielo pudiese caerse encima de mi cabeza, pero no siempre fue fácil mantener este convencimiento.
Vagaba por las calles de mi amada ciudad de Tívoli sin rumbo fijo, arrastrando mi humilde teclado y una voz que cada día tenía menos fuerza para cantar. Las esperanzas que había comenzado a alimentar cuando tenía diez años decidían abandonarme cada día que me levantaba por la mañana sin nada que hacer, sin nadie que me ayudase a seguir caminando.
Fui rechazada tantas veces… nunca era lo suficientemente buena para aquellos mediocres cazatalentos que odiaban mi sonrisa, mi pelo azul y negro, mi forma de vestir, tal vez incluso odiasen que no era como las demás, que conservaba mi decencia. Sólo tengo claro que nunca nadie odió mi música. Todos sentían algo cuando con mis melodías intentaba desgarrar sus corazas de superficialidad, aunque nunca fui capaz de que lo demostrasen. 
Me perdía, no lograba mantenerme en pie, incluso me tiraba al suelo al llegar a mi apartamento. Lloraba hasta que amanecía, me limpiaba las lágrimas y miraba por la ventana, me repetía aquella hermosa frase que había escrito a mis catorce años, cuando intentaba convertir el fuego que me quemaba en poesía: “Tu mundo era el silencio que se interponía entre tus pestañas y las olas del mar” Y me había prometido hacer de ese mundo el lugar idóneo para una soñadora.
Me caí miles de veces, prometo que no fue fácil, pero luché, por el amor de mi vida, por aquel sentimiento de que formaba parte de algo, tal vez de alguien, más fuerte que un hombre, más fuerte que cientos de corazones. Sí, entre la desesperación y las derrotas siempre supe que iba a vencer, aunque fuese entregando mi vida.
“No fue una experiencia agradable, ser arrojada a miles de abismos y tener que incorporarme sin ayuda…pero contaba con mi coraje y mis incansables fuerzas, una sonrisa diferente y un sueño. No fue una experiencia agradable, pero ahora puedo gritar sobre este gran escenario, alentaros para que luchéis y prometeros que lo brillante de la cima es el recuerdo de los malos momentos que arrastraste en el camino, que puedes verlos arder sin miedo a quemarte”
El Madison Square Garden cerró sus puertas entre gritos y aplausos y su mundo fue más que el silencio que se interponía entre sus pestañas y las olas del mar 

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