cuando ya no quedan ganas de llegar a ningún sitio.
Y qué manía la nuestra de amar lo que ha ocurrido
como si nunca hubiera sido presente.
Hemos llegado a ese ecuador en que no necesitamos buscar respuestas
sino encontrar preguntas.
Siempre podemos maldecir no sabernos responder
Siempre podemos maldecir no sabernos responder
pero a nadie le gusta no preguntarse
y quedarse junto a la calle
esperando
callado.
Necesitamos sentirnos impotentes,
pero sentirnos.
Y en eso se basa mi vida,
en preguntarme mil cosas que no llegan.
Porque las respuestas son lo único que no sigue la asquerosa puntualidad del tiempo.
Y maldita sea, sueles ser tú.
Riéndote a carcajadas, inclinando la cabeza.
Tiritando constantemente
y haciéndome temblar.
Disfrazado de prisa hasta que llega el verano.
Y dejándome sola soñándote.
Preguntándome.
Y sin poder responderme.
Porque maldita sea,
siempre eres tú.
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