jueves, 29 de noviembre de 2012

Filosofía.


Llegan momentos en tu vida en los que te planteas todo lo que has vivido, lo que te queda por vivir y el tiempo que estás perdiendo leyendo frases como esta. Te planteas que el mundo físico, mundo como tal, masas de tierra y mar erosionadas por el tiempo, no es tan diferente a el mundo interno, los sentimientos, masas de tiempo erosionadas por la tierra y el mar. ¿Serías capaz de dar las coordenadas de tu posición ahora mismo? Sin moverte, sin mirar el Sol ni las estrellas, solamente tú y la inutilidad de mi filosofía. Dos pasos al norte, tres al este y cuatro hacia el oeste... sabes que no estás indicando nada. Así son los sentimientos. Dos pasos al norte, tres al este y cuatro al oeste, pasos al fin y al cabo y lugares que olvidas, pues al dar los tres pasos pierdes los dos anteriores. Somos tan sólo coordenadas inútiles, los sentimientos de ayer de mañana y del futuro, las lágrimas, las sonrisas, las palabras que ocultaban a las dos que le precedían. Todo una cadena de depredadores que luchan por ocultar los rastros humanos que esa erosión de la que he hablado dejó en nuestro pasado, una cadena que intenta hacernos seres sin sentimientos, que aspiran a la divinidad mundana, a la perfección, a la ausencia de problemas... y así sólo mueren en la batalla que ha creado su ausencia de conflictos.
Me dispongo a quemar todo lo que escribí alguna vez. Veo el fuego devorar cada una de mis palabras, de mis sentimientos, pues al final la escritura sólo es la manifestación física del mundo interno, y si quiero destruir el mundo primero tendré que beber los mares y quemar la tierra, esa poesía. El fuego roza mis dedos, sin embargo ni tan siquiera noto calor. Las palabras que anteriormente había quemado comienzan a escribir mi piel, llenan mi inmaculada fachada exterior de sentimientos que fueron falseados, de la ausencia de productividad de las tardes de una escritora atormentada por su reflejo. Me convierto en lo que destruía, y así gano la batalla al mundo, siendo los textos que me quemaban, siendo el fuego que intentó destruirlos. Si en mis labios dice "le quise" y en mi muñeca "el pasado nunca muere" hasta mi mente es capaz de deducir que debo seguir el camino que marcaron esos recuerdos, y ahora que los llevo en la piel no podré volver a ocultarlos. ¿Estoy diciendo que la humanidad ha de ser sincera? Soy una chica que probablemente no sabría encender una hoguera sin ayuda, ni sería capaz de quemar sus recuerdos, ni dejaría que las palabras manchasen sus labios si no son las palabras que ella quiere que el mundo vea. No estoy diciendo que tengamos que ser sinceros, estoy escribiendo sin censurar mis incoherencias y por lo tanto construyendo una composición hecha de pensamientos carentes de sentido alguno.
Olvida todo lo que he escrito, olvida incluso que me conoces, sigue perdiendo tu tiempo, pero por favor... no intentes volver a dar tus coordenadas.