martes, 3 de marzo de 2015

James Dean.


Estás abriendo una herida,
peligrosamente cerca de otra
que sólo consigue cicatrizar cuando apareces, James Dean.
Estúpida historia de reencuentros que no se atreven con las entregas mensuales,
desestabilizantes temporales
con sabor a cerveza.
Cuando por fin estaba curándome del frío y las vidas compartidas
(con otras, por supuesto)
has vuelto a romper mis esquemas,
a derribar mi inestabilidad crónica, figúrate.
Con esa sonrisa de "esto solo acaba de empezar",
con tu manía de hacer volar el tiempo,
en otra época, con más música que horas.
No me permito seguir dibujándote por las noches,
te he cerrado las puertas de mi inconsciente,
pero siempre consigues un atajo,
y robas un beso, un polvo, o  un acantilado
(estúpida vorágine).
Un protagonismo inmerecido cada amanecer,
un condicionante para el resto del día
dejando en mis labios el sabor de los tuyos, si es que existes de la misma manera que la noche anterior.
No te entiende ni la filosofía,
James Dean, no voy a acercarme demasiado.
No quiero cerrar otro año necesitándote para cicatrizar pasados,
porque estás empezando a ser tú el que abre las heridas.

Diciembre.



Sigue sonando "Quédate" en mi cabeza,  
y aún no te has ido. 
Los días grises empiezan a saber a Abril, sin ganas de expectativas. 
Tres rincones de mi ciudad gritan cada vez que doblo la esquina, 
y es que me llevaste a casa,
nos despedimos oyendo llover desde tu coche,
y me paraste el mismo día en que pensaba superarte, con otros besos, con otros ojos. 
Tres rincones gritan que tres años valen la pena. 
Pero el tiempo no tiene piedad con la piel y la va marcando, 
no va a tenerla con nosotros. 
Y no habrá nosotros dentro de cinco meses. 
No volveré a contar horas, a escribir poemas, a fijarme en todos los hombres del mundo por si han aprendido a sonreír como tú. 
No habrá vuelcos al corazón capaces de dar un giro al día. 
No podré llorar hasta quedarme dormida, 
ni quejarme de que nunca nada sale bien. 
Porque no estarás. 
Y no habrá calles para buscarte,  
ni me dejaré el dinero en la carretera para abrazarnos, 
ni juzgaremos juntos cómo el arte destroza vidas, 
ni nos reiremos del sinsentido de las canciones antiguas que, no sé por qué, pero ambos conocíamos. 
No habrá un "tenías que habérmelo dicho antes", 
ni "merece la pena arriesgarse por tí, Irene.". 
No diré "todo lo que escribí llevaba tu nombre", 
ni "no me tengas en cuenta el 12 de Junio". 
No diré que me hizo daño creerte en brazos de tres mujeres diferentes, 
que me apoyé contra la pared el primer día que nos abrazamos, 
que tuve miedo a que fueras demasiado para mí, 
y a que hubieras olvidado el camino hasta mi casa. 
No hay lugar en esta historia para todo lo que soñé. 
Joder, que no hay historia. 
Lo siento, no volveré a decir "te quiero" 
aunque me queden dos horas de vida.