domingo, 29 de abril de 2012

ese día


Ese día en que nos demos cuenta de que tenemos que dejarlo todo atrás.
Cuando abandonemos el lugar que nos vio crecer y madurar.
Ese día que se acaben las sonrisas por unos instantes, que pensemos en el futuro y nos demos cuenta de que nuestros caminos se bifurcan.
Ese día les miraré a todos a los ojos y veré en sus pupilas los intentos de susurros, de risas ahogadas en medio de un aula, de "te quieros" de promesas de eterna amistad.
Cuando todo se vea reducido a un puñado de segundos escritos en un papel, que intenten encoger el corazón a aquellos que nos han acompañado.
Cuando todo se haya terminado... entonces comenzará el "para siempre"

jueves, 26 de abril de 2012

Querido




"Querido:
Aquí está de nuevo la chica de las cartas, aquella que encierra en un sobre miles de sentimientos envenenados, la pureza de la tinta los ha corrompido.
El cielo está claro... me gustaría ser el cielo.
Malgasta un instante de tu valioso tiempo en interiorizar las palabras que yo no puedo susurrarte al oído. Imagina mis labios diciendo que aman tu sonrisa, visualiza mis pestañas alejando al entrometido aire de la distancia entre nuestros ojos... entre nuestro foco de injusticias y perdiciones: entre nuestra distancia.
He recorrido la ciudad caminando sobre mis inseguridades y consejos malgastados, intentando imaginar cada palabra que mi mente escribía como un momento a tu lado. Me he vuelto loca en mi paseo, pero sólo quería salir, había una mayor probabilidad de encontrarte perdido en el silencio de la calle que esperando en casa a que los segundos me robasen la juventud y acatasen mis vacías órdenes de olvido.
La gente me dice: "buenos días poeta" "buenos días chica de las miradas olvidadas".... ¿sabes qué poco me gusta que la gente me salude por la calle cuando no estoy aferrada a tu mano? sí... puedes pensarlo, nunca he estado aferrada a tu mano, pero lo he imaginado en infinidad de ocasiones, y prefiero vivir la fantasía que la realidad, me deja un mayor margen de subsistencia, me es más sencillo sobrevivir.
¿Mis palabras carecen de sentido, no es cierto?
Por eso te escribo a ti esta carta, porque como antes he mencionado el cielo está claro, y a mí me gustaría ser el cielo... pero no lo soy.
Soy una tormenta de verano, que moja la arena de la playa sobre la que miles de personas intentan olvidar. Soy odiada por la felicidad y salpicada por el amargo sentimiento de compasión de las personas: al menos ella es lluvia y nosotros somos la arena.
No soy clara como el cielo, mis sentimientos no están despejados, ni tan siquiera creo que puedan estarlo algún día, pero no es mi intención llegar al cielo sino sobrepasarlo... y supongo que antes de superar un obstáculo tengo que demostrar que mi fuerza es mayor que su pureza.
Bien, no tengo nada más que decir pues nada he dicho. Espero que los infinitos misterios que te rodean no se encuentren disconformes con mi peculiar forma de decirte dos palabras.
Sí, te amo. "

Tiro el sobre en la misma papelera que todos los días. Nunca me atreveré a entregarle una de mis cartas de poeta
-Buenos días chica de las miradas olvidadas
+Buenos días
Respondo desganada y aferro el aire... sabiendo que nunca podrá ser tu mano.

miércoles, 25 de abril de 2012

nadie entendería a aquella mujer


Mis segundos se estaban consumiendo en aquella habitación de color ocre, bañada de inexactitudes y misterio. Reclinada sobre un sofá, contándole a un hombre completamente desconocido mi vida, mis problemas, mis miedos... contándole el motivo por el que estaba allí.
-La vida me ha demostrado que no puedo expresar públicamente mis sentimientos y mis pasiones. Soy un producto de una cárcel inexacta. Digo inexacta porque todos los presos se han escapado... los soñadores no pueden estar retenidos. Yo me enamoré de uno de los presos de esa cárcel, ¿sabe? Me llamaba la atención su sonrisa todas las mañanas, cuando los demás se quejaban del encierro él pintaba los barrotes de su celda, aunque su emocional barrera siguiese gris.
Él fue el último en escapara cuando la cárcel ardió en llamas... me ayudó a salir y desde entonces no he sabido nada más de su sonrisa de pintor.
+Ese hombre nunca ha existido, señorita Alicia
-¡No me trate como a una demente! por supuesto que ese hombre no ha existido en su mediocre realidad. Es uno de mis incansables intentos de plasmar lo que siento en palabras que suenen hermosas-resoplo-aunque sé que usted no puede entenderme.
+Estoy aquí para hacerla sentir comprendida
-Pues no lo está consiguiendo
+Prosiga
-Me di cuenta de que estaba perdida cuando la cárcel se derrumbó. ¿la cárcel derrumbada? eso es una salvación, pensará usted. Sí, la cárcel se derrumbó en su exterior, pero había conseguido encerrar sus fríos candados en mi interior.
+Usted ha dicho que la cárcel que ardió era aquella que usted sentía en el interior... ¿como es que ahora que se ha destruido la sigue llevando dentro?
-Porque le perdí doctor-entre lágrimas intento que aquel hombre entienda lo que siento-perdí la ilusión por levantarme y ver su sonrisa, ver los colores en su paleta que se convertían en ágiles trazos de tinta en mi poesía. Perdí el interés por el mundo fuera de la cárcel en la que me había encerrado tras la destrucción... una cárcel incandescente, fría como el hielo.
+Es suficiente por hoy. Ignore esos pensamientos y abandone la escritura, se está volviendo realmente loca
-Puede que sea otro "don quijote de la mancha", pero sabe que murió al perder las ilusiones... yo moriré si pierdo la poesía
+Suficiente por hoy... siga mis consejos
Salgo de la consulta enfurecida, con lágrimas en los ojos y llamas entre los barrotes... pero llamas que no queman y barrotes que según aquel estúpido no encierran... NADIE SERÁ CAPAZ DE ENTENDERME NUNCA.
-Disculpe, se le ha caído esta hoja
un hombre me la entrega
+Gracias, lo siento.
Me sonríe....
entonces me doy cuenta
Mi hombre ha conseguido escapar de la cárcel y en ese mismo instante, aferrado a mi hoja, me ha rescatado a mí

viernes, 20 de abril de 2012


Miraba al vacío.
Los años estaban pasando a través de la ventana, sin pararse a pensar en el daño que me hacían, que no se estaban despidiendo de mis sonrisas sino arrancando mis lágrimas.
La vida se desvanecía entre los silencios de un Enero que en pocos segundos se convertía en Mayo.
Yo era aquella niña que creía en la fantasía, que reivindicaba sus derechos sin estúpidas pataletas, con infantiles pero convincentes argumentos bañados de dulces palabras y amplias sonrisas.
Era aquella niña que miraba con detenimiento el mundo, como si algo al otro lado de la existencia la estuviese examinando meticulosamente.
Aquella niña que consumió el tiempo como el resto de sus niñas, jugando a ser adultas bajo una capa de anillos y pulseras, una capa tan falsa como la madurez, fácil de quitar y fácil de olvidar.
Era aquella niña que dejó de ser niña y pasó a ser amante de la niñez, a crecer siguiendo el camino que había marcado con sus pequeñas francesitas.
Y sí, una niña que creció, y conoció a otros niños que crecieron a su lado.
Me siento a su lado en el autobús, como todos los días.
Nos reímos de las estupideces que nos hacen sonreír todas las mañanas, desde las frías 8 hasta la cálida tarde, esas insulsas palabras que nos reconfortan en el duro camino de los niños que crecen.
Nos reímos mientras observamos como dos pequeños sentados a nuestro lado nos imitan, como nosotros hacíamos en nuestro momento.
Entonces lo pienso.
Ellos no recordarán este momento, no recordarán esas sonrisas, sin embargo están respirando la vida al mismo ritmo que yo.
Miro a mi compañero de asiento, a mi compañero de batallas y cómplice de mi crecimiento: miro a mi mejor amigo. Sí, el está pensando lo mismo que yo.
Por unos instantes se pasan por nuestra memoria las carreras a ninguna parte, las sonoras carcajadas incoherentes, las palabras tabú que nos hacían esbozar una sonrisa. Las complicidades, las manías y los juegos inventados, los enfados y los perdones, los abrazos... los cimientos del "ahora" los recuerdos del pasado.
-¿te acuerdas?
+sí... es horrible pensar que se acabó.
-No se ha acabado, algún día recordaremos con añoranza este momento, en que consumíamos nuestras sonrisas con los recuerdos del pasado.... aunque algún día este será el pasado que añoremos.
+Tienes razón, el pasado nunca muere, hagamos que estos momentos sean eternos.
Y por un instante somos esos niños, despreocupados y felices, que comienzan a representar sus cuentos de dragones sin pensar en colgar jamás el cartel de fin.

jueves, 12 de abril de 2012

No era lluvia, era felicidad


Mis pensamientos azotaban la calle, la confusión dentro de mi mente parecía golpear los adoquines de la calle. Las miradas de la gente se pegaban a mis pestañas y hacía que estas me pesaran, que me hiciesen cerrar los ojos y me impedían ver mi futuro. Ese era su cometido, impedir alcanzar las metas de los soñadores.
Una gota de lluvia acarició mi pelo.
No iba a molestarme en taparme, simplemente dejaría que el cielo llorase y ser yo parte de su llanto. Me permitiría por un día ser lamento de los astros.
La lluvia se convirtió en la música de la apagada ciudad, se hizo juez imparcial de los golpes que azotaban mis lamentos a la realidad.
Un mar de color rojo se deslizó por mi camiseta color menta. Mis últimos intentos de cambiar el tono de mi pelo se desvanecían, junto a todas mis inseguridades, a mis promesas de ignorar mis sentimientos.
La vida no se dignaba a sonreírme desde hacía unas semanas. Había perdido todas las ganas de continuar marcando el camino que ni tan siquiera tenía fuerza para recorrer. Hasta el momento en que el cielo me enseñó lo que era la felicidad.
Levanté la vista. Sonreí a la inmensidad que se alejaba de mí, le dediqué mi primera sonrisa. La primera sonrisa de Abril, la primera lluvia de Abril. Las pesadas miradas en mis pestañas se deslizaron a modo de lágrimas por mis mejillas, haciendo correr dos largos ríos negros que intentaban hacer aparentar mayores mis pequeños ojos. Mis ríos de azabache desembocaron en mis labios. Demasiado grandes, sí, esbozaban una sonrisa, una gran sonrisa que me hizo olvidarme de todas las veces que maldije que mi sonrisa fuese tan llamativa.
Y allí me quedé, empapada, pero al fin con fuerzas para taparme de la lluvia si quería pero para aprender a caminar a su lado si tan sólo me sentí parte de la música del silencio. Allí esperé para ver pasar los segundos, para disfrutar la pureza de ese nuevo sentimiento para mí, la felicidad.
Yo, con mi camiseta menta, mi falda negra y el collar que siempre pendía de mi cuello, el collar de mi hermana, el pacto contra la distancia.
Yo, junto a la lluvia.
Buenas noches París, esta noche dormiré sola...¿sola?
No, siempre tendré la lluvia.

domingo, 8 de abril de 2012

Sólo tuviste que mirar mi sonrisa


Caminaba sobre mis altas plataformas, intentando mantener un paso constante, un equilibrio entre la multitud, arrullada por la melodía que sonaba en mi reproductor de música.
Llevaba un libro en la mano: "los juegos del hambre".. cuántas cosas me había enseñado ese libro, nunca me iba a cansar de leerlo. En la otra mano sostenía un vaso de plástico vacío que había contendio mi café preferido, el que me ayudaba a escribir.
Una mujer me miraba desde el paso de peatones. Oí sus palabras: "mírala, parece tener una estatura normal encima de esas plataformas, no debe de ser muy alta en realidad. Boca grande y labios bonitos, pero ese color no le favorece con sus mediocres ojos marrones"
La miré fijamente. Nunca antes me había visto, sin embargo allí estaba, juzgando las apariencias bajo las que se ocultaba mi alma soñadora, protegida bajo la estúpida coraza con la que la gente jugaba.
Sin apartar la mirada seguí caminando, caminando...
-¡Cuidado señorita!
Me caí al suelo
+Lo siento, de verdad, iba distraída, discúlpeme
Un hombre vestido con una larga gabardina me miraba sonriendo. No parecía molesto por mi torpeza.
-¿"los juegos del hambre"?-dijo sosteniendo mi libro-una gran historia, sin duda.
+Sí...¿ lo ha leído?
-Claro, señorita... Alicia-dijo abriendo el libro y descubriendo mi nombre escrito en la contraportada
+Sí, así me llaman.
-Esto es suyo-dijo entregándomelo-parecía atareada mirando a ninguna parte... no es buena costumbre en una ciudad tan ajetreada como París, parece mentira que no lo sepa.
+Lo sé, lo he aprendido con el tiempo, pero yo no soy de aquí, soy italiana.
-Oh, Italia...-dijo gesticulando-hermoso país... arte, arte, italianos, más arte
+Sí, claro-dije riendo-por eso nací allí... arte, arte... soy escritora
-¿Escritora?
+¿Le extraña?
-Me sorprende, que no es lo mismo. Pensaba que los escritores eran esa clase de personas que se encerraban en una habitación y no veían el sol. Que se perdían entre papeles y se olvidaban del mundo exterior.
+¿Sería hermoso no?
-¿El qué?
+Perderse entre papeles y olvidarse del mundo... precisamente eso era lo que me atormentaba antes de caerme
-¿El mundo?
+No, sus habitantes.
-No pueden hacerle daño. Es una mujer hermosa, realmente parisina aunque naciese en Italia. Es escritora y tiene unos ojos preciosos, parecen transmitir confianza.
+¿Puedo decirle algo?
-Dígame
+Gracias. No por recogerme el libro y ayudarme a levantarme...
-¿Entonces por qué?
+Por ser la primera persona que se molesta en conocerme antes de juzgarme
Y entonces me fui... me di cuenta de que él se había quedad con mi vaso vacío, con el aroma del café que rodeaba mis momentos de inspiración. Mi café y mi dirección, apuntada en el vaso, por si algún romántico decidía llamarme cuando viese las manchas de carmín en la superficie transparente, cuando el vaso estuviese en la basura. Alguien que entendiese que la elegancia no podía ser destruida
A los pocos días recibí una carta:
"No la conozco, pero puedo jurar haberme enamorado de su sonrisa. Déjeme saber algo más de usted y así podré juzgarla como el resto de París. Atentamente, su romántico entrometido."
Junto a la carta había un trozo de mi vaso, justo aquella parte en la que había dejado mis manchas de carmín. No, este hombre no destruía la elegancia.
No fueron las últimas noticias que tuve de este hombre de la gabardina, pero tendrás que venir a París para juzgar el resto de la historia.
Siéntate junto a la Torre Eiffel... siempre tiro ahí mi café.

martes, 3 de abril de 2012

En medio del silencio y la confusión.


Perdida como si todas las sonrisas que algún día había esbozado hubiesen olvidado cuál era su cometido, cuál era su destino, que su finalidad era hacerme feliz.
A veces me canso de ser la chica de la sonrisa inquebrantable.
Camino sola por una calle oscura, el Sol brilla en lo alto del cielo, pero mis pestañas y el velo que cubre mi corazón me impiden entender que aquel lejano astro intenta iluminarme.
Arrastro los pies por los segundos, piso los charcos y ahogo en ellos mi moral. Permito que el agua cale los lazos de mis tacones y se deslice por mis mejillas.
Oigo el sonido de un acordeón, tal vez lejos de aquí, en el otro extremo de la ciudad. Puede ser el sonido de todos los momentos en los que pensé que merecía la pena, aquellos días en que veía tus miradas como el único aire que respirar.
Me quedo en medio de la nada, al lado de uno de los adoquines con los que cubrieron la ciudad, desgastado, se ha roto a la mitad. Y me siento como él.
Ha sido pisado, ha sido testigo de miles de momentos en los que la gente sufría y era feliz al mismo tiempo, ha sido parte de su camino, guía hacia el siguiente instante de sus pasos...
Así me siento, como parte de algo que nunca llegó a pasar, que nunca podré vivir, pues aquella pequeña baldosa, parte de un camino, nunca subo a dónde condujeron los pasos que ella guiaba.
Me sentí como una poesía abandonada a medio escribir bajo una lluvia de mayo, dejando que el agua consumiese todo rastro de felicidad e inspiración.
En medio del silencio y la confusión me di cuenta de que amar no es siempre sinónimo de poesía... esta vez era sinónimo de fracaso y desesperación.
Pero el "amor" es sólo una palabra más en el camino de un poeta, era como aquel adoquín, que aunque hiciese más difícil mi camino no me iba a impedir continuar... pero no le permitiría ver el brillante final que me esperaba, lejos de él.

domingo, 1 de abril de 2012

Creo en la elegancia.


Creo en una vida elegante, una elegancia ajena a lo material.
Creo en la elegancia de levantarse por la mañana y sonreír al ver la luz entrar por la ventana, en la elegancia de mi camiseta desgastada por las notas del Rock N Roll
Creo en la elegancia de las miradas perdidas en el aire de la ciudad, en la elegancia de las sonrisas que se pierden entre el viento.
Creo en la elegancia de la anciana mujer que mira al cielo planteándose una forma de vida basada en vivir cada segundo como si el siguiente fuese un regalo.
Creo en la elegancia de los niños, que ven tan cerca del suelo su perdición y tan lejos el futuro, encerrado en un globo de brillantes colores, que en una simple ráfaga de viento se puede despedir.
Creo en la elegancia de mi vida, que sin saberlo se despide de la vulgar mortalidad, creo en la elegancia de mi sonrisa, de mis dedos recorriendo la poesía.
Creo en mí y creo en la vida, por eso creo en la elegancia.