viernes, 20 de abril de 2012


Miraba al vacío.
Los años estaban pasando a través de la ventana, sin pararse a pensar en el daño que me hacían, que no se estaban despidiendo de mis sonrisas sino arrancando mis lágrimas.
La vida se desvanecía entre los silencios de un Enero que en pocos segundos se convertía en Mayo.
Yo era aquella niña que creía en la fantasía, que reivindicaba sus derechos sin estúpidas pataletas, con infantiles pero convincentes argumentos bañados de dulces palabras y amplias sonrisas.
Era aquella niña que miraba con detenimiento el mundo, como si algo al otro lado de la existencia la estuviese examinando meticulosamente.
Aquella niña que consumió el tiempo como el resto de sus niñas, jugando a ser adultas bajo una capa de anillos y pulseras, una capa tan falsa como la madurez, fácil de quitar y fácil de olvidar.
Era aquella niña que dejó de ser niña y pasó a ser amante de la niñez, a crecer siguiendo el camino que había marcado con sus pequeñas francesitas.
Y sí, una niña que creció, y conoció a otros niños que crecieron a su lado.
Me siento a su lado en el autobús, como todos los días.
Nos reímos de las estupideces que nos hacen sonreír todas las mañanas, desde las frías 8 hasta la cálida tarde, esas insulsas palabras que nos reconfortan en el duro camino de los niños que crecen.
Nos reímos mientras observamos como dos pequeños sentados a nuestro lado nos imitan, como nosotros hacíamos en nuestro momento.
Entonces lo pienso.
Ellos no recordarán este momento, no recordarán esas sonrisas, sin embargo están respirando la vida al mismo ritmo que yo.
Miro a mi compañero de asiento, a mi compañero de batallas y cómplice de mi crecimiento: miro a mi mejor amigo. Sí, el está pensando lo mismo que yo.
Por unos instantes se pasan por nuestra memoria las carreras a ninguna parte, las sonoras carcajadas incoherentes, las palabras tabú que nos hacían esbozar una sonrisa. Las complicidades, las manías y los juegos inventados, los enfados y los perdones, los abrazos... los cimientos del "ahora" los recuerdos del pasado.
-¿te acuerdas?
+sí... es horrible pensar que se acabó.
-No se ha acabado, algún día recordaremos con añoranza este momento, en que consumíamos nuestras sonrisas con los recuerdos del pasado.... aunque algún día este será el pasado que añoremos.
+Tienes razón, el pasado nunca muere, hagamos que estos momentos sean eternos.
Y por un instante somos esos niños, despreocupados y felices, que comienzan a representar sus cuentos de dragones sin pensar en colgar jamás el cartel de fin.

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