sábado, 27 de abril de 2013


Mi mirar no era más que una pupila oscura manchada de recuerdos.
Recordaba las miradas que no llegaron a ser más que un velo cubriendo las pestañas, un susurro en los labios que no se atrevió a ser palabra, ni palabra ni beso, ni sentimiento ni pasión.
Adquirí la forma de un pasado cobarde, de tardes teñidas de incertidumbre, de suspiros en el cielo fingiendo ser nubes.
Volví la vista al frío del invierno, a la crueldad de las noches que intentaban acunarme en su silencio para disipar mis lágrimas y dejarme conciliar el sueño... pero las noches siempre han sido solitarias sin tí.
Acarició mis labios el viento, viento que sabía a tí, incluso me aventuro a decir que sabía a tus propios labios.
Viento que sabía al misterio que los rodea, a la utopía en la que vivo y a la que intento arrastrarte.
Vida que me sobrecoge, tiempo que mira como si fuera olvido, susurros que suenan a tí... ¿y yo? yo solo yo si soy contigo.

Cielo y tierra cedieron al paso de los segundos.
Las garras del tiempo resquebrajaron el futuro.
Los minutos perdieron la esencia de la pasión por la que habían nacido...
y cuando todo se perdió en las nubes que nunca existieron... tuve una mano a la que aferrarme.
Gracias.

miércoles, 24 de abril de 2013


Al final de la estrecha calle vislumbré una figura.
Era un hombre alto y delgado, pero más que largo resultaba imponente, o tal vez mi subconsciente me traicionaba y me hacía ver lo que mi corazón sentía.
Llevaba un abrigo negro que le cubría hasta las rodillas, elegante, y de su hombro colgaba una cartera desgastada por los numerosos viajes en los que había acompañado al hombre.
Tenía los ojos pequeños y oscuros, muy oscuros, transmitían una extraña energía que no podría describir, me tentaban a conocer su historia.
Sus labios eran finos y esbozaban una sonrisa. Parecían forzados al silencio, como si tuvieran mucho que decir. Y sé que lo tenían, que si era apasionante su mirada aún lo era más su historia.
Su pelo ondeaba al viento, moreno, alcanzaba los hombros y completaba el misterioso retrato de aquel hombre al que fingía no conocer para observar de cerca.
Caminaba con decisión hacia ninguna parte, haciendo que su abrigo describiese el movimiento del viento y marcase el compás de sus pasos decididos. 
Saludaba a la gente que se cruzaba en su camino como si fuesen una parte imprescindible en su caminar, haciendo sentir bien a todo destinatario de aquella hermosa sonrisa.
Desde un punto de vista completamente subjetivo puedo decir que aquel hombre era realmente atractivo. No sólo por su mirada ni por su porte, sino por sus palabras que te ataban por completo al argumento de la historia que narraban. Eran claramente las palabras de un arista, palabras con fuerza y entusiasmo, que algunos incluso tachaban de locura, pero que a mí me resultaban fascinantes, como una adicción.
Así, con la cabeza llena de sentimientos y subjetividad observé al hombre alejarse calle abajo y con una sonrisa en mi rostro tan amplia como el vuelo de su abrigo admití que estaba locamente enamorada de él.

Tú.


Mi mirada pierde el tiempo cuando te veo, derrocha los segundos que se deslizan sigilosos intentando desvanecerse sin ser vistos.
Mis sentidos se paralizan y como una idiota me entrego al más profundo de los sentimientos.
Eres tus ojos, que parecen transmitirme la tranquilidad que siempre busco, pero que son a la vez la euforia que me lleva a ansiar ese estado de paz interior imposible de alcanzar.
Oscuros y misteriosos, tal vez porque nunca he podido mirarlos a través de mis pupilas sino que siempre cedo al corazón la labor de intentar mantener tu mirada y es ese misterio el que me hace fijar la vista en ellos, como si aún buscase una fuerza más grande que pudiese atarme a lo que siento.
Eres tu sonrisa que me fuerza a sonreír aunque por dentro me queme el fuego, que me obliga a alimentarme de las pocas energías que conservo en forma de recuerdos, que me hacen plantearme si algún día fui la causa de esa sonrisa.
Eres tu forma de caminar, la sombra que dibuja tu mirada en la distancia, pasos que paralizan mis pasos, decisión que ataca mis defensas.
Eres el silencio que en mí dejas cada vez que las palabras materializan tus sentimientos, cada vez que tus labios confían más en los sonidos que en mi propio amor, cada vez que hablas, cada vez que callas, cada vez que ríes sin sentido esperando que alguien te acompañe en tu reír.
Eres la última esperanza que quemé en todas mis historias, el artista del que me enamoré cuando apenas tenía razón de las palabras que plasmaba en el papel. Eres el personaje predilecto en mis historias, el hombre moreno del abrigo largo al que tanto amé sin tan siquiera conocer, la tinta que terminó materializándose y robándome toda esperanza de ser eternamente amante del papel y únicamente por él amada.
Eres tus ojos y tu sonrisa, tus palabras y tu forma de caminar. Eres el peor error que jamás he cometido pero el más perfecto de todos los que jamás podré cometer.
Eres más que las palabras que torpemente intento hilar, más que los sentimientos que me atormentan cuando intento razonarlos.
Eres, por desgracia, todo lo que amo, todo lo que puedo amar.
¿Y yo? Soy tan sólo una pintora que silenciosamente observa su modelo, procurando no ser vista pero no olvidar un sólo detalle. Soy la tejedora de palabras que entregándose a sus lágrimas y a su prosa te observa alejarte, sabiendo que jamás será parte de esa sonrisa, ni el misterio de esos ojos, ni la sombra de esos pasos, pero que sigue intentando describirte con la consciencia de que el amor es el único capaz de poner el punto y final a tu descripción. 

martes, 16 de abril de 2013


Poco a poco las defensas son devastadas por la sucesión de los segundos.
Vivo alimentándome de recuerdos, que a fin de cuentas son parte de mí, de mi mente, de mi alma. Al necesitar abastecerme de las propias energías de mi cuerpo me debilito por intentar revitalizarme, sin esperanzas de crear nuevos recuerdos que me hagan fuerte.
Soy las palabras y tú eres el sonido que brota de mis labios, soy la tinta y tú el papel, base sobre el que dejo correr la inspiración que es mi propia sangre.
Soy el indispensable "y" de las uniones, la fuerza que intenta enlazar ambas partes pero es incapaz de arrastrar a una de ellas a fundirse con la otra y prescindir de su función.
Soy el silencio que hace alargarse el último sonido de las palabras, que hace calar en la memoria la profundidad de sus sílabas y su mensaje.
Soy la última lágrima que brota de los ojos cansados, la derrota de la propia derrota, el último dolor que surca la mejilla cuando la infelicidad ha tocado fondo y toma fuerzas para regresar a la superficie.
Soy todas las miradas inútiles, toda la torpe prosa y firme poesía, soy la vida que se desgasta mientras la tuya me sobrevuela.
Soy tú, cada vez que apartas la mirada, cada día que se desliza sin dejarme tenderle la mano. Soy el último de los abrazos de una despedida, si ese abrazo es tuyo y si nuestra despedida no es eterna.
Soy el "hasta mañana" que me hace seguir con esperanzas y dejar de creer que las defensas pueden ser devastadas por la sucesión de los segundos.

viernes, 5 de abril de 2013


Te quiero.
A veces nos perdemos en las paradojas y la metáfora, nos abandonamos a la elegancia de las palabras y malgastamos el tiempo en párrafos inconclusos.
Dedicamos cientos de sílabas en expresar un sentimiento, sin ni siquiera atrevernos a pronunciarlo, aventurarnos a compartirlo con nuestros propios labios. Nos limitamos a ser egoístas de la sinrazón.
Nos dañamos lentamente, morimos malgastando nuestras últimas energías en esbozar una sonrisa visible al exterior pero incapaz de transmitir un ápice de alegría a nuestros corazones.
No nos destruyen las palabras, que sin duda hieren más que las espadas, que al fin y al cabo ensartan personas, no sentimientos. No nos destruyen las palabras, nos envenenan los silencios, veneno amargo que nos obliga a dejar esas espadas, esas palabras, atravesadas en nuestro corazón, matándonos a nosotros mismos por el miedo a fracasar.
Te quiero, y necesito papel para decirlo, necesito anonimato y soledad, necesito una mirada cómplice que me diga que tú también me quieres, que eres capaz de librarme de mis espadas, despojarme de las lágrimas, rescatarme de esos silencios, tenderme una mano cuando yo misma me arrojo inconscientemente al abismo.
No soporto las distancias cortas, respirar el mismo aire, sentirte cerca, oírte respirar, hacerme presa del pánico por el acelerado ritmo de mi corazón. Caer al suelo derrotada y seguir perdida en esa corta distancia sintiéndome inútil, impotente, siendo infeliz y creyendo que sólo tengo el cometido de encerrar en mí esas espadas que cada día abren más las yagas que el tiempo me va dibujando en la piel.
Lo siento, por ser una idiota disfrazada de valiente, por ser una sonrisa cuando muero, por ser papel cuando tengo oportunidad de ser persona. Lo siento, siento escribirte y siento quererte, siento que no me escuches y siento que no me creas... pero a pesar de arrepentirme de ser yo, de que tú seas y de que nada seamos aquí estoy, malgastando párrafos y energías.
Te quiero.