martes, 16 de abril de 2013


Poco a poco las defensas son devastadas por la sucesión de los segundos.
Vivo alimentándome de recuerdos, que a fin de cuentas son parte de mí, de mi mente, de mi alma. Al necesitar abastecerme de las propias energías de mi cuerpo me debilito por intentar revitalizarme, sin esperanzas de crear nuevos recuerdos que me hagan fuerte.
Soy las palabras y tú eres el sonido que brota de mis labios, soy la tinta y tú el papel, base sobre el que dejo correr la inspiración que es mi propia sangre.
Soy el indispensable "y" de las uniones, la fuerza que intenta enlazar ambas partes pero es incapaz de arrastrar a una de ellas a fundirse con la otra y prescindir de su función.
Soy el silencio que hace alargarse el último sonido de las palabras, que hace calar en la memoria la profundidad de sus sílabas y su mensaje.
Soy la última lágrima que brota de los ojos cansados, la derrota de la propia derrota, el último dolor que surca la mejilla cuando la infelicidad ha tocado fondo y toma fuerzas para regresar a la superficie.
Soy todas las miradas inútiles, toda la torpe prosa y firme poesía, soy la vida que se desgasta mientras la tuya me sobrevuela.
Soy tú, cada vez que apartas la mirada, cada día que se desliza sin dejarme tenderle la mano. Soy el último de los abrazos de una despedida, si ese abrazo es tuyo y si nuestra despedida no es eterna.
Soy el "hasta mañana" que me hace seguir con esperanzas y dejar de creer que las defensas pueden ser devastadas por la sucesión de los segundos.

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