miércoles, 24 de abril de 2013

Tú.


Mi mirada pierde el tiempo cuando te veo, derrocha los segundos que se deslizan sigilosos intentando desvanecerse sin ser vistos.
Mis sentidos se paralizan y como una idiota me entrego al más profundo de los sentimientos.
Eres tus ojos, que parecen transmitirme la tranquilidad que siempre busco, pero que son a la vez la euforia que me lleva a ansiar ese estado de paz interior imposible de alcanzar.
Oscuros y misteriosos, tal vez porque nunca he podido mirarlos a través de mis pupilas sino que siempre cedo al corazón la labor de intentar mantener tu mirada y es ese misterio el que me hace fijar la vista en ellos, como si aún buscase una fuerza más grande que pudiese atarme a lo que siento.
Eres tu sonrisa que me fuerza a sonreír aunque por dentro me queme el fuego, que me obliga a alimentarme de las pocas energías que conservo en forma de recuerdos, que me hacen plantearme si algún día fui la causa de esa sonrisa.
Eres tu forma de caminar, la sombra que dibuja tu mirada en la distancia, pasos que paralizan mis pasos, decisión que ataca mis defensas.
Eres el silencio que en mí dejas cada vez que las palabras materializan tus sentimientos, cada vez que tus labios confían más en los sonidos que en mi propio amor, cada vez que hablas, cada vez que callas, cada vez que ríes sin sentido esperando que alguien te acompañe en tu reír.
Eres la última esperanza que quemé en todas mis historias, el artista del que me enamoré cuando apenas tenía razón de las palabras que plasmaba en el papel. Eres el personaje predilecto en mis historias, el hombre moreno del abrigo largo al que tanto amé sin tan siquiera conocer, la tinta que terminó materializándose y robándome toda esperanza de ser eternamente amante del papel y únicamente por él amada.
Eres tus ojos y tu sonrisa, tus palabras y tu forma de caminar. Eres el peor error que jamás he cometido pero el más perfecto de todos los que jamás podré cometer.
Eres más que las palabras que torpemente intento hilar, más que los sentimientos que me atormentan cuando intento razonarlos.
Eres, por desgracia, todo lo que amo, todo lo que puedo amar.
¿Y yo? Soy tan sólo una pintora que silenciosamente observa su modelo, procurando no ser vista pero no olvidar un sólo detalle. Soy la tejedora de palabras que entregándose a sus lágrimas y a su prosa te observa alejarte, sabiendo que jamás será parte de esa sonrisa, ni el misterio de esos ojos, ni la sombra de esos pasos, pero que sigue intentando describirte con la consciencia de que el amor es el único capaz de poner el punto y final a tu descripción. 

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