domingo, 6 de septiembre de 2015

En mi historia, Oniria no encuentra a Insomnia.


Oniria pudo no haber encontrado a Isomnia.
Los cables de la ciudad no se dejan mover por el viento.
Él nunca la ha visto perder el equilibro, ella nunca ha concebido el soñar.
El piso 23 tirita de frío.
Él se ve en ojos que solo devuelven el propio reflejo.
Ella no pierde la cordura.
Nadie se atreve a acompañarla. 
A penas hay viento. 
Su piel se hace a la forma del pijama, a pesar de que otras manos lo intenten arrancar. 
Él no puede dormir.
El Bar la Bohemia se transpasa.
Ya han pasado 3 noches azules.

jueves, 30 de abril de 2015

Vorágine.



Ahora no hay nadie capaz de frenarme, 
la caída en picado, de nuevo, se vuelve más atractiva que la rutina. 
Y el dolor de no tenerte,
y el miedo a no ser nunca dos, 
se confunden en un sueño indescifrable. 
Sigo cayendo. 
Freud, que no mentías, 
que el inconsciente sólo es sexo, 
que nunca hemos evolucionado,
siempre seremos animales cobardes. 
Un sólo territorio
y demasiadas ganas. 
Pero solo mías. 
Egoísmo y fracaso de nuevo, 
películas escritas por una mente que no quiere volver a entender el amor en solitario. 
Que no quiere agachar la cabeza, escribir poemas, dedicar canciones,
pero acabar siempre bailando sola,
con cerveza, y esperanzas en el fondo del vaso. 
En aquello que nadie bebe. 
Sigo cayendo 
Sigo cayendo. 
Y tú, 
indescriptible paradoja, 
que no eres más que aquello que he querido imaginar, 
bailas y desapareces,  
y no vuelvo a verte, físicamente, y no vuelvo a sentirte. 
Aquí. 
Que eres un sueño, pero no consigo despertarme, 
y sigo cayendo 
Cayendo. 
El fondo solo se toca una vez. 
Y fue allí donde nos conocimos.

Adiós diciembre.



Mi "yo" de los veinte años siguientes
seguirá persiguiendo abrigos negros en invierno,
rastreando cada bar de mala muerte como un sabueso
que sigue la pista de un olor que está olvidando. 
Latiré a ritmo constante probablemente, 
aunque nunca te apagues
me habré hecho inmune al veneno al que fui adicta.
Te soñaré, supongo, porque aunque hoy he repetido cinco veces que te he olvidado estoy escribiendo para tí.
Porque lo he tenido que repetir cinco veces, para creerme en labios ajenos.
Mi "yo" de los veinte años siguientes recordará el camino a todos los lugares en que te encontraba,
asaltará mi mente tu figura cuando vuelva a tener miedo.
Aún no me hago a la idea de perder la necesidad de tí.
De no buscarte, de no creer que estás esperando el momento perfecto para decirme "quédate".
Mi yo de los veinte años siguientes será un desconocido para todas las personas que no sepan de tí,
que no sepan que ocultando tu nombre nació en mí la poesía,
que sin saberlo me salvaste de la debacle,
que me mantuviste con vida en demasiadas ocasiones,
a golpe de diciembre.
Nadie me conocerá sin memorizar la historia de la primera vez que me llevaste a casa,
de mi inocencia, de mis 15 años recién cumplidos,
resucitando de mis ruinas, a las que había disfrazado de desengaño.
Mi yo de los veinte años siguientes seguirá tus consejos
y apartará tu imagen de la mente,
será feliz con otros que no le roben las energías.
No abandonará todo al oir su nombre, 
pero, volverá a los sitios donde lo susurraste
para sentir, por última vez, que el amor solo puede vivir en un recuerdo crónico.


Decidiste no quererme
cuando estaba aquí, contigo.
Cuando, aunque te opongas a la idea, 
te habría dado mi vida. 
O una parte de ella, la que no me corresponde.
Dos años, al menos, que para tí no son nada.
La chica del Moulin Rouge, la del cuerpo de flores,
que solo sabe perder la cabeza por quien no debe, decíamos.
Y te reías, porque siempre he hablado en clave, 
pero no había más París que tú,
por tí fui la del mes de Abril.
Decidiste no quererme cuando era tuya
y sabía distinguir tu abrigo largo si era invierno.
Cuando escribía en positivo por nosotros, y decía tu nombre al beber de más,
y me amenazaba a mí misma con dejarte volver a desordenar mi vida.
Pero ahora, ahora que no dueles déjame ir,
que ya no echo de menos el frío de diciembre.
Ya no cuento los días para que mis sentimientos caduquen,
ya no soy la de Abril.
Ya no soy, como bien decías,
la de siempre.


Hoy te has vuelto a colar en mis pesadillas.
Para decir adiós.
Para decir "quiérelo a él,
pero que no te robe la vida
como yo hice."
Y tendré que hacerte caso.
Ya casi me he olvidado de todos los meses que pasé contigo,
de los años
y lo más doloroso: de los inviernos.
Me he sorprendido pidiendo que hagas tu vida,
que quieras a otras
mientras yo busco algún remedio con complejo de poesía.
Y me enamoro,
y lo estropeo otra vez,
muriendo poco a poco en brazos que no me entienden.
Supongo que será verdad lo de las más de cien pupilas donde vernos vivos,
pero estoy empezando a tener miedo de haber perdido mi reflejo.
O de que alguien sea mejor que tú,
y derribe la última fortaleza que me he construido
sola.
Tenías razón,
Neruda debería haberme preguntado por los versos mas tristes aquella noche. 

martes, 3 de marzo de 2015

James Dean.


Estás abriendo una herida,
peligrosamente cerca de otra
que sólo consigue cicatrizar cuando apareces, James Dean.
Estúpida historia de reencuentros que no se atreven con las entregas mensuales,
desestabilizantes temporales
con sabor a cerveza.
Cuando por fin estaba curándome del frío y las vidas compartidas
(con otras, por supuesto)
has vuelto a romper mis esquemas,
a derribar mi inestabilidad crónica, figúrate.
Con esa sonrisa de "esto solo acaba de empezar",
con tu manía de hacer volar el tiempo,
en otra época, con más música que horas.
No me permito seguir dibujándote por las noches,
te he cerrado las puertas de mi inconsciente,
pero siempre consigues un atajo,
y robas un beso, un polvo, o  un acantilado
(estúpida vorágine).
Un protagonismo inmerecido cada amanecer,
un condicionante para el resto del día
dejando en mis labios el sabor de los tuyos, si es que existes de la misma manera que la noche anterior.
No te entiende ni la filosofía,
James Dean, no voy a acercarme demasiado.
No quiero cerrar otro año necesitándote para cicatrizar pasados,
porque estás empezando a ser tú el que abre las heridas.

Diciembre.



Sigue sonando "Quédate" en mi cabeza,  
y aún no te has ido. 
Los días grises empiezan a saber a Abril, sin ganas de expectativas. 
Tres rincones de mi ciudad gritan cada vez que doblo la esquina, 
y es que me llevaste a casa,
nos despedimos oyendo llover desde tu coche,
y me paraste el mismo día en que pensaba superarte, con otros besos, con otros ojos. 
Tres rincones gritan que tres años valen la pena. 
Pero el tiempo no tiene piedad con la piel y la va marcando, 
no va a tenerla con nosotros. 
Y no habrá nosotros dentro de cinco meses. 
No volveré a contar horas, a escribir poemas, a fijarme en todos los hombres del mundo por si han aprendido a sonreír como tú. 
No habrá vuelcos al corazón capaces de dar un giro al día. 
No podré llorar hasta quedarme dormida, 
ni quejarme de que nunca nada sale bien. 
Porque no estarás. 
Y no habrá calles para buscarte,  
ni me dejaré el dinero en la carretera para abrazarnos, 
ni juzgaremos juntos cómo el arte destroza vidas, 
ni nos reiremos del sinsentido de las canciones antiguas que, no sé por qué, pero ambos conocíamos. 
No habrá un "tenías que habérmelo dicho antes", 
ni "merece la pena arriesgarse por tí, Irene.". 
No diré "todo lo que escribí llevaba tu nombre", 
ni "no me tengas en cuenta el 12 de Junio". 
No diré que me hizo daño creerte en brazos de tres mujeres diferentes, 
que me apoyé contra la pared el primer día que nos abrazamos, 
que tuve miedo a que fueras demasiado para mí, 
y a que hubieras olvidado el camino hasta mi casa. 
No hay lugar en esta historia para todo lo que soñé. 
Joder, que no hay historia. 
Lo siento, no volveré a decir "te quiero" 
aunque me queden dos horas de vida.