jueves, 30 de abril de 2015

Vorágine.



Ahora no hay nadie capaz de frenarme, 
la caída en picado, de nuevo, se vuelve más atractiva que la rutina. 
Y el dolor de no tenerte,
y el miedo a no ser nunca dos, 
se confunden en un sueño indescifrable. 
Sigo cayendo. 
Freud, que no mentías, 
que el inconsciente sólo es sexo, 
que nunca hemos evolucionado,
siempre seremos animales cobardes. 
Un sólo territorio
y demasiadas ganas. 
Pero solo mías. 
Egoísmo y fracaso de nuevo, 
películas escritas por una mente que no quiere volver a entender el amor en solitario. 
Que no quiere agachar la cabeza, escribir poemas, dedicar canciones,
pero acabar siempre bailando sola,
con cerveza, y esperanzas en el fondo del vaso. 
En aquello que nadie bebe. 
Sigo cayendo 
Sigo cayendo. 
Y tú, 
indescriptible paradoja, 
que no eres más que aquello que he querido imaginar, 
bailas y desapareces,  
y no vuelvo a verte, físicamente, y no vuelvo a sentirte. 
Aquí. 
Que eres un sueño, pero no consigo despertarme, 
y sigo cayendo 
Cayendo. 
El fondo solo se toca una vez. 
Y fue allí donde nos conocimos.

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