lunes, 27 de enero de 2014


Si pudiera verte todas las mañanas,
sin importar el color del día,
ni su nombre.
Si no tuviese que medir con un reloj estropeado
el tiempo que puedo vivirte.
Tic tac tic tac
y poco más.
Si durmiésemos enredados 
y me olvidase de cómo ladeaba la cabeza para no mirarte a los ojos,
y me especializaba en contar las baldosas del suelo.
Si pudiera mirarte cómplice,
y escaparme hacia otro lado,
por eso de que las miradas desnudan
y no es bueno arrancarse la ropa en público.
Si no tuviese que volver a ponerme con eso
de apretarme una mano con la otra
las noches de números impares
y sueños fríos.
Si pudiese creerme que debe ser culpa de la lluvia
que me ahogue cada vez que te ríes
y te tapas la cara con las manos.
Si pudiese despertarme otra vez,
arrancando el calendario que me atrapó en Diciembre
apenas cambiaría un segundo de este infierno de quererte.
Tic tac tic tac
y poco más.

A veces todavía lloro por tí.
Luego caigo en la cuenta de que lleva un año sin servir de nada.
Y vuelvo a llorar.
Supongo que es algo mecánico y sin sentimiento.
O una manera de sentir que no ha pasado el tiempo,
por unos segundos,
por otra copa,
por favor.
Que qué sé yo,
a veces me abrazaba a tí y me sentía viva.
Cerraba los ojos, muy fuerte,
y no quería desparecer,
si no era contigo.
Quería detenernos.
Pero no soy capaz de sostener nada frágil entre mis dedos.
Y así me fue con el tiempo.
Era todo tan bonito cuando soñaba con poder tirarte al suelo.
Se veía lejos el futuro, y ¿sabes?
siempre sonreía al pensar que lo mejor estaba por llegar.
Me gustaría no haber soñado nunca, ahora que sé que no se hizo realidad.
Me gustaría haber subido el volumen de la radio de tu coche,
para no enamorarme mucho,
haberme ahorrado una noche de Julio,
y aquel disco por grabar.
Habría escrito menos poesía y besado más labios.
Posiblemente debería haber mirado hacia otro lado en lugar de sonrojarme cuando te vi sonreír.
Pero es que no sabes el peligro que tienes cuando inclinas la cabeza.
Y cierras los ojos.
Y detienes mi tiempo.
Debería haberme dado cuenta entonces de que nada era posible
en lugar de hacer oídos sordos a las evidencias,
y no cargarme a la espalda una historia que siempre me ha quedado grande.
No debí sentirme segura contigo,
ni llorar contigo,
ni reírme a carcajadas.
No debí hacerme caso nunca.
Pero ya ves, aquí sigo,
escribiéndote...
Por si algún día podemos leerlo juntos.
Y así.

jueves, 9 de enero de 2014


Estamos a medio incendio de empezar a arder 
y no saber qué manos nos encienden
ni que besos son capaces de apagarnos.
Estamos a casi un puente de superarnos
y a medio río de ahogarnos con todas las poesías suicidas.
Estamos a dos pasos de una cama sin colchón,
contando más historias que todos los libros de la estantería,
que todos los cuerpos que durmieron sobre ella.
Estamos tan solos que no hacemos más que cruzarnos
y caminar en círculos uno detrás del otro.
Sin saber vernos y abrazarnos,
pero con demasiado miedo para decirnos adiós.
Estamos aterrados de acabar pareciendo cuerdos,
seguir convenios,
estrechar manos desconocidas
por vergüenza de rozar los dedos que nos sabemos de memoria.
Estamos aprendiendo cada cicatriz de nuestra historia,
leyéndonos la comisura de los labios, 
como si hablase una lengua extranjera, 
y se hubiese olvidado el pasaporte.
Estamos tan perdidos que no nos damos cuenta
de que hemos esquivado una mina con un traspiés.
Estamos tan entregados a entendernos por separado
que olvidamos
que somos incondicionales del no saludarnos
y que nuestro solitario "estoy" de todas las mañanas
ahora se disfraza de la incógnita de este "estamos".

martes, 7 de enero de 2014


Perdamos la dignidad,
el tiempo,
o la inocencia.
Lo que tengamos a mano.
Contemos cielos
en lugar de estrellas,
o historias.
A ser posible cuando el día tiene ese color tan bonito
al que llaman vida.
Inventemos recuerdos sin fuerza para caminar por la cuerda floja,
aunque tejan meses con su hilo.
Crucemos calles sin mirar
a uno de los dos lados,
al que dejemos más vacío cuando no estamos.
Soñemos mareas para inundar los lugares que nos hicieron morir,
y después bebamos el mar antes de que sea demasiado tarde.
Matémonos a noches,
besos,
caricias
y ausencias.
A café frío si no encuentro otra cosa en la despensa.
Pero hagamos juntos, de todas las palabras que faltan por dibujar, una vida.
Y si amanece que nos encuentre riendo,
pero sobre el mismo colchón.

domingo, 5 de enero de 2014


Eres la estrecha diferencia entre agua,
lluvia
y mar.
La sílaba que me interrumpe cuando no soy capaz de decir,
pero no me quiero permitir el lujo de callar.
Eres el "por favor no digas nada" cuando sólo necesitas un abrazo
y perderte en él
y yo en tu pecho.
Eres cada lágrima que reventó un poema
convirtiendo un himno en lamento.
Eres el tendal sin cuerda
que tenía miedo a ser violín.
Eres cada incongruencia que me hace tropezar,
la cordura que me falta
y mi falta de coherencia.
Eres aquel abril con complejo de libertad,
Aquella tormenta con lluvia de cine independiente
y aquella butaca que quedó vacía
junto a todas las miradas que no supe rechazar.
Eres tanto que aún no entiendo cómo pude conocer el mundo sin mirarte,
cómo pude enredarme
y porqué no consigo salir.
Eres tú, que dominas cada gota de lluvia
y comprendes los susurros del viento.
Eres tú, que me dejas escribirte sabiendo
que eres todo lo que existe 
y que inventas
lo que nunca existió.

jueves, 2 de enero de 2014




A ratos, todo esto del invierno me suena muy vacío.
Otras a tí,
a escuchar "Vis a Vis" en la calle mientras se ilumina.
A dejar escapar el calor entre mis labios.
O una sonrisa.
Y otras veces me olvido de lo que es el invierno y deja de sonar.
Como si nunca hubiésemos existido.
O como si fuésemos algo más que existencias que se han encontrado
y que esperan, abrazados, el momento de separarse.
Pero a fin de cuentas nadie ha puesto final a los inviernos.
Simplemente un día dejamos de tiritar y pensamos "se ha ido un invierno más".
Hay algunos que se atreven a jugar con las fechas de caducidad:
"Es veintiuno de sabediosqué, ya se ha acabado el invierno."
Pero supongo que ambos están equivocados.
El invierno y tú sois lo mismos.
Y no te vas tapándome con una manta, silencioso, sin que pueda recordarte.
Y no llevas un "consuma preferentemente antes de..."
Simplemente te vas.
Sin tener música ni una estación con tu nombre.
Pero quise disfrazar de tí al invierno.
Ahora diciembre se ha escapado...
y no quiero dejar de tiritar.