lunes, 17 de septiembre de 2012


Caminé lentamente, perdida en las palabras que llenaban la calle.
Eran palabras que narraban una historia comenzada un 6 de Febrero, hablaban de un recuerdo, hablaban de tu sombra.
Ahora ella era mi única compañía.
Pisaba con mis tacones los adoquines de la calle y cada uno parecía contarme mi propia historia, la historia de mis sentimientos.
Incluso mi colonia parecía recordarme las mañanas a tu lado, cuando ni tan siquiera sabías de mi existencia, las tardes llorando sobre la almohada, planteándome seriamente el por qué de mis confusos sentimientos.
Miré con aprecio a tu sombra, era lo único que me quedaba, tu recuerdo. Sonreía, pero no con la sonrisa de este recién llegado septiembre, sino con la felicidad de febrero, la calidez de los días de sol entre tantos días fríos en los que también lograba verte sonreír.
Miré a mi alrededor. Qué vacía se veía aquella calle sin ti. Necesitaba volver a oírte, volver a sentir tus pasos acercarse y no querer mirar atrás por miedo a sonrojarme.
Después de tres meses en los que juré que te había olvidado, volví a necesitarte.
Disipando mis pensamientos te vi aparecer, la única persona entre tanta gente, el único silencio entre las voces, los únicos recuerdos entre el presente.
Sí, volví a escuchar a mi corazón, me atormentaron los instantes que perdí, se peleaban las palabras por ser las primeras en dar con la clave de mi locura.
Te vi, pero no era la misma tu mirada, tus ojos eran fríos como febrero, pero no conservaban nada de la esencia de ese mes. Te vi, por desgracia logré verte, ya que en ese mismo instante me di cuenta que no me queda más consuelo que tu sombra.

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