martes, 4 de junio de 2013

Querido nunca.


Le pregunto al papel qué hago escribiéndote de nuevo, sabiendo que no puedes leer las palabras que dibujo:
"Querido nunca:
Ha llegado la hora de decirte adiós.
Las horas las marca siempre un reloj, o al menos eso nos han enseñado desde que somos pequeños...
Creo que maduramos cuando nos damos cuenta de que nosotros mismos somos ese reloj, capaces de congelar momentos, de repetirlos, de prepararlos antes de que lleguen. Somos esas manecillas_ la que avanza lentamente preparando el camino y la que rápida recorre el tiempo sin darse cuenta de que su avance tiene consecuencias mortales.
Ahora, como reloj que soy, he decidido marcar las doce.
Aún no entiendo por qué quise quererte, por qué me entregue en cuerpo y alma a una persona que ni tan siquiera podía ser partícipe de mis sentimientos.
Es doloroso, ¿sabes?, que la pasión entre dos cuerpos sea puramente poesía, que la única felicidad que pueda vivir sea a tu lado, respirando tu aire... que este sea insuficiente sin tí.
No, no lo sabes, porque nunca has sabido nada. Deducir no es saber, ¿me entiendes, Querido Nunca? saber es sentir en tu propia piel la herida del otro, es sangrar por la misma yaga... saber es poco común en un mundo de tantos que creen entenderlo todo.
Deducir es lo que hacías cuando leías mis palabras hacia tí, deducir cuando me mirabas a los ojos, deducir al acercarte y notar mi respiración entrecortada. Deducir a fin de cuentas que una idiota se había enamorado de tu sonrisa... pero deducir no es saber y a pesar de ser idiota siempre supe (y claramente digo supe) que  mi sentimiento superaba al amor.
Ha llegado la hora de decirte adiós, sí, lo digo yo como reloj.
Quiero borrar de mi mente cada recuerdo que me hizo despertarme sonriendo, cada sueño abandonado en la almohada y cada suspiro.
Quiero abandonarte aquí, Querido Nunca, hasta que los años pasen y me contaminen de experiencia, hasta que el tiempo decida si es adecuado amar... hasta que una mísera cifra catalogue mis sentimientos de apropiados.
Hasta entonces (y no me atrevo a asegurarte un para siempre) recuerda que estuve aquí para tí, entregada y ciega, e incluso más ciega que entregada. Piensa que no era más que una idiota que incluso se sintió agradecida por haberte tenido cerca, pero que se ve morir sola por no poder dormir entre tus brazos.
Querido Nunca, siente de corazón que tengas tanto de Nunca y tan poco de Querido: Alire."

Toon Toon Toon...
Estúpido reloj, calla las horas y déjame decidir sobre mi tiempo. Déjame ser la manecilla veloz e inconsciente que borre el punto y final a esta historia, que aguarde a que sea el mes de Junio quien lo dibuje.
Mientras el fuego devora mis últimas intenciones de olvidarte, en la esquina del salón el viejo reloj de pared, resignado, entona una  última campanada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario