miércoles, 13 de febrero de 2013


Muero.
El calor se debilita, el corazón pierde su estúpida cadencia, ceden las palabras en un suspiro y el aire pasa a ser quien me consume.
Los recuerdos se desvanecen en finas bocanadas de aire, las miradas tienden su mano de inerte existencia al olvido...
Muero.
La eternidad me intimida con su fría soledad, ahora la perfección eterna me parece distante y empañada de inutilidad... ni siquiera el "siempre" sacia mis ansias de vivir, a pesar de deshacerme en esta agonía.
Me aferro a las últimas astillas que quedaron clavadas en mis sentimientos, las arranco intentando saciar el dolor que me causaron, sintiéndome ganadora de una batalla ya perdida.
Muero...
Muero por haberte sentido, por haberme rendido a los pies del amor. Me desvanezco por haber sido su esclava una vez más, sufridora de su esencia, fiel seguidora de sus caprichos.
Pierdo todo por tí, como si algún día hubieses percibido el calor de las llamas que me abrasaban, como si hubiésemos sido dos jugando al mismo juego, en lugar de una loca y un papel, el amor y la muerte en esa tinta.
Muero.
Aunque sé que no es la última ni la primera vez que muera, aunque sé que es sólo otra falta de aliento antes de respirar. A pesar de haber muerto tantas veces sigo cayendo como si fuera la primera.
Muero... por estar cansada de morir asesinada por el amor y ser la única que arroja flores sobre mi tumba.

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