sábado, 1 de febrero de 2014



A veces te invento.
Y no hay cómo hacer que no se me aceleren el pulso y la sonrisa.
Se hace de noche,
y me sorprendo vaciando un vaso en el alféizar y gritando al Sol por qué se ha ido.
Luego me doy cuenta de que siempre es así, 
bebo otro trago,
me río,
y sigues faltando igual de fuerte.
A veces quiero hacerte con las manos más que poesía,
desvestirte de otra manera que no ahogue en letras,
y ponerme pesada con lo de que me gusta la forma en la que miras.
Yo que sé, que me gustaría aprender contigo
que no por escribir el nombre de los meses en un montón de páginas hacemos un calendario
y que no nos quedan días para repetirnos todo lo que nos gustó decir.
A veces te invento,
y no cambio una sola arruga de tu frente,
ni tu manía de llegar impuntual,
ni esa tontería de no mirarnos cuando está lloviendo.
A veces te invento,
y prefiero emborracharme con el Sol a gritos
antes que darme cuenta,
de que no soy quién a inventarme a tu lado.

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