domingo, 5 de febrero de 2012

Ser poeta.



Ser poeta, ser vendedor ambulante de sueño, compartir noches en vela y dormir mañanas de otoño.
Arrojar un mar a las lágrimas y desembocar los ríos de perdición en un único lago de tinta.
Tanta pasión en un puro negro, color de la tapa del piano cerrado, que toca una melodía callada que tan sòlo el aire escucha, el aire la escucha y yo la escribo. Soy poeta.
Poeta, hundirse en el amor y de la profunda miseria escribir poesía, permanecer estancado en tu derrota y narrar el amor del que te olvidas, pues no hay mejor amor prohibido que la poesía.
Soy poeta, susurro al calor de las mañanas, me abandono en la pureza del papel vacío, hago de mis sentimientos su pecado, su marca y sus límites, le contagio de mis alegrías y mis penas, le contagio de mi vida de poeta.
Acaricio los suspiros y envuelvo las miradas en el papel del árbol que llegó a tocar el cielo, abandono la superioridad para conventirme en tinta, para vivir en sueños y ser un desdichado, para ser un olvidado príncipe de las victorias sometidas, para ser poeta.
Soy leyenda, historia y muerte, muero como arte y tinta, y allí en mi tumba, como hombre descanso, en la vida y en la tinta, como poeta siempre vivo.

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